Quería haber hecho otra parte al post anterior, pero según se ha ido esclareciendo el asunto creo que no es necesario.
Hace algunos años, en una de mis clases, tenía que proponer y moderar un estudio o debate, mi tema elegido fue “la infidelidad”, más o menos como esta vez hice con vuestra participación, y os puedo asegurar que a pesar de la diferencia de edad entre el grupo que lo formaba antes, al de ahora, no ha habido gran diferencia, la he encontrado sólo en una cosa. A los 20 años se mira más por la amistad que sientas por la persona engañada, quizás por que no repercutan otros factores, como es la pareja estable, familia, la vida en general que no es la misma que a la edad que tenemos ahora (hablo por los que pasamos los 30 :)
Por lo que hemos ido dejando en el post anterior, por bastante mayoría creo que queda así:
-El hombre suele ser más infiel que la mujer o al menos se descubre más.
-Tendemos a tener valor de enfrentarnos más al infiel que a la persona engañada.
-Si no hay un acercamiento excesivo de amistad con los involucrados no nos planteamos nada, oír, no ver y callar.
-Somos de naturaleza ¿hipócrita?, la mayoría quiere que le sea comunicada la infidelidad por terceros con confianza, quiere no vivir en el engaño y poder tener la libertad de decidir sabiendo lo que pasa por su vida, pero nosotros no comunicaríamos a nuestra buena amistad, en el caso de conocerlo.
-En muchos casos, llega a importar más la discreción, que la amistad, el cariño, la lealtad o lo justo.
-Sentimos remordimientos al pensar que podríamos, con nuestra intervención, estropear algo, sin darnos cuenta que ya está roto si se llega a esa situación, o al menos que los dos conozcan donde están y puedan elegir libremente sin mentiras.
-En el fondo deseamos ser justos, que los dos sepan, para poder elegir y valorar, pero solo buscaríamos esa justicia, haciendo que el infiel lo comunique a su pareja, así lo vemos más correcto.
-Tendemos a confiar que entre las parejas bien avenidas, no se cometen infidelidades.
-Sentimos terror ante la idea de que eso nos suceda a nosotros, por eso ante la misma situación en los demás, actuamos con el mismo terror. Claro está que no se siente el mismo miedo cuando se es la parte que comete la infidelidad.
Hasta aquí más o menos es lo que hemos recogido de nuestra aportación al post anterior, lo cual, a pesar de ser un número muy reducido de personas, no queda muy lejos de todos los estudios que se hacen sobre este tema.
(Yo me incluyo en todos los puntos, no me excluyo, aporto lo mismo que vosotros como muchos habréis leído en mis contestaciones, si alguno cree que no es así puede formular la pregunta sin problema)
Datos extraídos de distintos estudios, en distintas páginas Web, nos dicen:
La infidelidad no sucede espontáneamente, siempre hay motivos que la provocan. La lista de razones es interminable, pero los sexólogos especialistas en terapia de pareja coinciden en que en todas se intenta satisfacer las carencias en la pareja.
Las más comunes son: Sentirse devaluado, al recibir una atención menor por parte de su pareja; Monotonía. La rutina y la ausencia de sorpresas conlleva a un aburrimiento sentimental; Vida sexual deficiente. El sexo es un elemento esencial en la pareja y si éste es defectuoso, quien se siente insatisfecho tiende a buscar fuera de la relación la satisfacción sexual que no encuentra en su pareja. En el caso de los hombres, no es aceptado un cambio físico de la pareja; Falta de comunicación y diálogo; Búsqueda de nuevas sensaciones al acabarse la seducción del enamoramiento; Pérdida de libertad, al ser la pareja asfixiante; Idealización de la pareja; Permisividad de la pareja; Ausencia de personalidad de una de las partes; etc.
Según algunas encuestas, las estadísticas marcan que los hombres, en un 56%, no rechazan una aventura cuando se presenta la oportunidad. Se trataría de varones que, en general, tienen un matrimonio bien avenido. En cambio, el 35% de las mujeres aceptan tener una infidelidad, muchas veces, para denigrar al varón por sentirse poco apreciadas, desatendidas, desvalorizadas, por no sentir la mirada de su pareja, o porque están inmersas en una relación asfixiante. Por el contrario, el hombre engaña como una forma de castigo, por la desvalorización que siente por sí mismo o para denigrar a la mujer desde el punto de vista sexual.
En promedio, las estadísticas de infidelidad aseguran que el 60% de los hombres son infieles, y que el 40% de mujeres les sigue los pasos. Para Sexole, el primer estudio sobre conductas y preferencias sexuales de usuarios de Internet en España, las mujeres son más infieles que los hombres (50% frente al 44%) y también más apasionadas: un 65% exterioriza más las emociones en el momento del clímax, frente a un 27%. El estudio de Journal of Couple and Relationship Therapy asegura que entre un 45 y un 55% de las mujeres casadas son infieles
En el estudio de UC-Adimark se observa que las nuevas generaciones, tanto hombres como mujeres, condenan más la infidelidad que los adultos maduros. Así, mientras que el 29% de los hombres entre 45 y 54 años está de acuerdo con la idea de tener una relación paralela al matrimonio, los encuestados entre 18 y 24 años sólo lo están en un 15%. Y en el caso de las mujeres, el 11% de las consultadas entre 45 y 54 años declara estar de acuerdo, cifra que baja hasta un 5% en el resto de los tramos erarios.
Según una encuesta de la Universidad de Buenos Aires, a un 82% de las mujeres encuestadas lo que más les dolería de una infidelidad es que su pareja se enamorara de la otra persona, cosa que sólo mortifica al 52% de los varones. A un 44% de éstos, en cambio, los ultraja la sola idea de un encuentro sexual, así sea ocasional, de su pareja con otro hombre. Apenas un 18% de las mujeres se desvela por el mismo motivo.
Entonces, ¿de qué fuente nos podemos fiar? Según el artículo del NYT los datos más seguros son los que lleva recogiendo desde 1972 la Encuesta Social General . Sus resultados indican que en un año determinado el 12 % de los hombres casados y el 7% de las mujeres han sido infieles a su pareja.
Considerando la relación completa, en 1991 el 20% de hombres y el 5% de las mujeres mayores de 60 años confesaban haber sido infieles alguna vez a lo largo de su matrimonio, mientras que el 2006 los porcentajes subían al 28% y al 15% respectivamente.
El incremento general no es tan inesperado, pero un análisis más meticuloso realizado por el Dr. David Atkins de la Universidad de Washington muestra que el perfil de los infieles sí ha evolucionado de manera curiosa: la infidelidad está aumentando claramente entre personas mayores y en las parejas jóvenes. De hecho, las mujeres jóvenes están a punto de atrapar a sus maridos en índice de adulterios.
Las mujeres somos muy confiadas en nuestra relación, según el estudio de la Dra. Hite, en el que “el 79% de las mujeres no cree que su pareja tenga otro asunto amoroso; sólo el 15% tiene dudas y el 19% sí sabe que su pareja lo tiene o lo ha tenido”.
Sin embargo, según otra encuesta las mujeres no somos siempre tan confiadas:
El 46% registra los bolsillos de la ropa de sus parejas.
El 47% revisa los correos electrónicos.
El 27% comprueba los números telefónicos de los recibos.
El 10% los sigue a escondidas
Está comprobado que la sociedad permite mucho más la infidelidad del hombre que de la mujer, por esta razón la reacción de las mujeres suele ser diferente y más benévola. Se dice que la mujer perdona las infidelidades, pero no las olvida, aunque en realidad ni el hombre ni la mujer, en la mayoría de los casos, ni perdonan, ni olvidan.
No es nada sencillo disimular la infidelidad, porque las parejas se conocen, saben sus reacciones y cada pareja tiene una psicología muy concreta y fácil de predecir. Además las mujeres somos muy intuitivas, puede haber cientos de detalles que nos hagan sospechar, y los hombres difícilmente disimulan ese nuevo estado de goce y aventura. Aquí te mostramos las conductas más obvias que pueden levantar tu sospecha de que él te está siendo infiel:
Empieza a tener un exceso de compromisos de trabajo.
Se esmera en el vestir, incluyendo la ropa interior.
Cuida más su físico, se hace desde un teñido de canas hasta injertos de cabello.
Hace algunas llamadas misteriosas.
Tiene un aumento importante en sus gastos.
Se porta especialmente cariñoso contigo, para disimular.
La infidelidad es una de las causas más comunes de crisis o rupturas definitivas en la pareja; dentro de las grandes inquietudes de quienes deben enfrentar este problema, está el dilema frente al futuro de la relación: separarse o perdonar y perdonarse a sí mismo.
Separarse y terminar el matrimonio es la solución más fácil y la elegida por la mayoría de las personas que atraviesan por un caso de infidelidad. Con esta actitud se deja de lado la posibilidad de buscar solución a un conflicto, que si bien es grave, puede ser doblegado por la buena disposición que ambos tengan por encontrar juntos la salida a un laberinto complicado, pero superable si existe la iniciativa de lograrlo.
Perdonar implica un profundo proceso de reencuentro con el amor que aún pueda existir, reuniendo a quienes sienten el arrepentimiento verdadero de disculpar un error humano y 'apostar' por un volver a empezar cuando las circunstancias así lo permitan.
Un primer caso es la infidelidad física, producto de una curiosidad, una fantasía no satisfecha o una etapa saltada en la vida.
Otro es aquella por enamoramiento o emocional, donde la persona se involucra mucho más con su amante, ya no es sólo una aventura de una noche, implica sentimientos.
Una tercera clase es aquella para buscar una cualidad de la que carece la pareja estable.
Otra variedad es la infidelidad psíquicamente insuperable. Son las personas incapaces de guardar lealtad o compromiso alguno.
Existe también una especie de infidelidad platónica, en la cual se siente que el compromiso de comunicación se da con otra persona y no con su pareja, aquí no se llega a mantener relaciones sexuales.
Otro género, un tanto inusual y menos común, pero que existe, es la traición afectiva 'provocada', aquí los infieles inducen esta situación con el objeto de salvar el matrimonio.
Infidelidad masculina básicamente plantea a un hombre inmaduro, que la toma como un complemento a su relación, en vista de su dificultad a la fidelidad o a poder profundizar en una relación. Dentro de este tipo están también aquellos que lo hacen para agredir a la pareja frente al compromiso, haciendo sentir a su mujer que ellos no se sienten limitados al matrimonio, manteniendo una puerta abierta de escape para la aventura ante situaciones de su desagrado dentro del hogar.
La infidelidad femenina al igual que en el varón se produce por el temor al compromiso, por no sentirse lo suficientemente involucrada con su compañero en el plano afectivo-comunicacional. Dentro de las mujeres infieles están aquellas que han tenido una sola pareja en sus vidas y pasado los 35 a 40 años, sienten la curiosidad de experimentar sexualmente con otros hombres. Hay algunos tipos de infidelidad femenina en que la mujer lo hace con el objeto de manifestar su desprecio por la figura masculina, usando al hombre y teniendo la sensación de control, generalmente por una situación de venganza ante episodios de su infancia provocados por su padre u otros hombres. Muchas veces son mujeres frígidas, que hacen todo el espectáculo frente a sus amantes, sintiendo en su fuero interno que son ellas las que dominan la situación y cuando quieren se deshacen del hombre.
En un estudio hecho por el psicólogo y sociólogo Giorgio Agostini a una muestra de un total de 287 parejas, entre 18 a los 65 años. Los resultados obtenidos fueron que un 90% de los hombres manifestó en alguna etapa de su vida en pareja haber sido infiel en cualquiera de los tipos de infidelidades antes mencionadas. En el caso de las mujeres la cifra llegó a un 60%.
La figura del amante puede a su vez ser, bien un episodio meramente transitorio, o bien algo serio y con indicios de permanencia. Tengamos en cuenta, que según las estadísticas, el 37% de las infidelidades son aventuras de una sola noche y apenas el 12% de ellas duran más de un año.
En la medida que el vínculo es más sólido existe la posibilidad de seguir con una relación donde hubo infidelidad por parte de uno de los cónyuges. Cuando el amor y la profundidad de la relación permiten superar esa aventura, ambos salen fortalecidos.
Adoptando una postura realista y objetiva, puede afirmarse que el adulterio o infidelidad tiene distinta consideración y efectos para el hombre y para la mujer, así bien lo ilustra el dicho español que dice: "Los hombres llevan la fama y las mujeres cardan la lana". En este aspecto gran influencia han tenido el cine, la literatura y la cultura popular; a través de los cuales se ha sustentado el estereotipo del macho viril que busca la infidelidad; en su contrapartida, se ha estigmatizado que la mujer sólo en circunstancias límites se ve empujada a ella.
Los especialistas coinciden en que no hay hombre ni mujer que sea plenamente fiel en pensamiento. Por muy virtuosa y leal que sea una persona, la infidelidad de pensamiento es instintiva e inevitable. Será difícil probarlo, pero es innegable que nadie es inocente de traición de pensamiento. Recuérdese la defensa de Jesús de la mujer sorprendida en adulterio: "El que esté sin culpa, que tire la primera piedra" (Juan 8:3-8).
Por lo general, "el hombre infiel busca sexo y la mujer persigue sentimiento". En efecto, los psicólogos opinan que el hombre busca el sexo fuera de la pareja y le daña más la infidelidad sexual, aún sin sentimiento de amor, es decir, que su compañera se acueste con otro. Por su lado la mujer busca sentimiento fuera de la pareja y le hiere más el engaño sentimental, aún sin sexo, o sea, que su cónyuge ame a otra.
Suele creerse que el amor impide que la infidelidad ocurra. Sin embargo, en relaciones donde hay mucho amor también puede presentarse. El amor disminuye las probabilidades, pero no garantiza la total fidelidad. Así como tampoco lo asegura la intensa vida sexual que pueda llevar un matrimonio. Personas que se llevan bien en la cama pueden ser infieles por otras carencias, por encontrarse en una ocasión de alto peligro, cediendo ante la tentación o bien por sentimientos como venganza, resentimiento o simple curiosidad que propicien este tipo de aventuras.
Según el sexólogo José Manuel González "la primera infidelidad es como la pérdida de la inocencia y deja huella muy difíciles de borrar: puede que la relación nunca vuelva a ser la de antes, pero no siempre para mal. A veces la aventura da pie para rehacer una relación más sincera". El doctor González añade que para ello el "arrepentido" debe evitar cualquier contacto con el amante y disponerse a responder todas las preguntas que le haga su pareja. En vez de dejar el tema sin hablarlo, hay que sacarlo a relucir para recuperar la intimidad emocional. El sexólogo termina por afirmar que "ambos estarán curados cuando puedan incluso bromear sobre ello, es decir, cuando ya lo han asimilado y se sientan a gusto. Difícil, pero no imposible".
El temor de muchas personas es el perdonar y que luego se vuelva a repetir la situación. Quienes han cometido este engaño y sienten arrepentimiento, optan por enmendarse, terminan con la historia cuando se dan cuenta del dolor que han provocado y valoran su unión por sobre la aventura.
Según investigaciones sobre el adulterio sólo el 10% de las personas que dejaron a sus parejas por otras continúa indefinidamente con ellas. Cuando se acaba el embrujo de lo prohibido y se instala la rutina, se suelen producir los mismos roces que se tenían con la anterior pareja a la que se fue infiel.
A pesar de lo extenso de este texto, quise exponerle lo más completo posible, espero que os resulte entretenido. Un abrazo para todos.
Eva María.